"En efecto. Vivimos una crisis del sistema donde todo está interconectado. La crisis es financiera, económica, climática, alimentaria, migratoria. Una crisis que toca la gestión mundial, porque no hay ninguna institución mundial que goce de real credibilidad. El G20 no es más legítimo que el G8. Y las Naciones Unidas no logran jugar el rol previsto por su Carta.

Es verdad que esta crisis es el producto del avance de la desregulación, pero está también ligada al mismo sistema. El mensaje del FSM deberá ser aún más claro que cuando nació hace 10 años. Subrayar la necesidad de la globalización de la resistencia y de las alternativas para proponer un sistema alternativo al sistema capitalista patriarcal globalizado.

Los que se reúnen en Davos siguen por el momento con la capacidad de lanzar ofensivas contra los “de abajo”. Estos, están poco a poco superando su fragmentación –aunque con dificultades- para progresar en la dirección de ofrecer una alternativa global que es más que necesaria. Y pienso que la solución no pasa por reformar el actual sistema sino claramente contra éste."

Eric Toussaint, presidente del Comité por la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo. Foro Social Mundial (FSM)

viernes, 24 de febrero de 2012

Aunque el fascismo se vista de seda, fascismo se queda

Aún pudiendo pecar de realizar un análisis simplista, podemos observar dos formas de razonar en cuanto a lo que nos parece justo o no respecto a la actuación policial para acabar con las protestas de los alumnos del IES Lluis Vives de Valencia ante la falta de calefacción en su centro de enseñanza.

Una forma de razonar sería que lo justo o lo injusto lo definen las leyes, que son las normas que rigen nuestra vida en común. Además, el poder elegido en las urnas tiene el deber de aplicar la norma. Por lo tanto, siguiendo esta forma de razonar, ante una manifestación no comunicada que protesta contra unos recortes ejecutados por un poder constituido democráticamente en las urnas, solo cabe el uso de la violencia para reprimirla, pues están actuando fuera de la norma, o no, pero están poniendo en cuestión al poder constituido en las urnas, - ¡Pecado! ¡¿Qué pasaría si a todos nos diera por protestar por nuestros problemas?! -, dirían. Esta forma de pensar dictaría que su deber es estudiar para poder sacar este país adelante y dejar de quejarse, que todos lo estamos pasando muy mal. - ¡Lo mismo vale para los obreros, hay que trabajar y arrimar el hombro para salir de esta situación de crisis! -, concluirían. Ahora, nada de plantearse si lo que está ocurriendo es justo o injusto, o si hay culpables o no de que no haya calefacción, porque lo injusto o justo lo dice la norma, y en última instancia, el poder constituido.

En cambio, uno podría razonar que el dinero que debería ir para calefacción en particular, y para educación y sanidad en general, el poder constituido en las urnas lo ha gastado en otros menesteres en los que existen sospechas que ha mediado corrupción e intereses privados. Es más, este poder no se ha presentado ante los ciudadanos con un programa electoral que especifique que va a realizar recortes, no, ha accedido al poder con engaños. Por lo tanto, independientemente de lo que digan las leyes, podemos concluir que es legítimo y justo la manifestación para poner de relieve una mala praxis en el uso del poder, de forma que se puedan derivar las actuaciones pertinentes, y en su caso, el establecimiento de nuevas normas que recojan este nuevo sentido de justicia que podríamos tener la mayoría de la población.

La primera forma de pensar es fascista y reaccionaria, y la segunda democrática. ¿Por qué? Porque las sociedades evolucionan, y por lo tanto, el sentido de justicia que es compartido por los individuos de la sociedad también evoluciona. Por ejemplo, lo que hasta hace algunos años a la mayoría de la población le parecía justo, como es que el banco desahuciara si el deudor no pagaba (a mí nunca me ha parecido justo, pero bueno), ahora sin embargo, ante la nueva realidad de desahucios indiscriminados, poco a poco el sentido de justicia compartido en la sociedad nos dice que de ninguna de las maneras es justo, y que hay que buscar otras vías, hay que legislar para solucionar esta situación, es decir, hay que cambiar las normas para que recojan el nuevo sentido de justicia. ¿Cuál es la respuesta del poder? Mandar a la policía para defender el derecho de la banca a desahuciar, defendiendo así el sentido de justicia imperante, imponiéndolo. Por lo tanto, la primera forma de pensar impide y reacciona ante cualquier cambio del sentido de justicia, poniendo obstáculos a la evolución de la sociedad. La segunda forma de pensar, en cambio, reconoce como dentro de la normalidad democrática las manifestaciones, porque es una vía por la cuál las sociedades avanzan en el sentido de justicia y de convivencia.

Hay que plantearse, entonces, por qué el poder constituido es reaccionario. Pues en resumidas cuentas porque los que ostentan el poder se benefician de forma privada del sentido de justicia reflejado en la norma actual, norma que han moldeado a lo largo del tiempo de forma que no suponga un riesgo para sus privilegios y según su sentido de justicia particular, o de clase. Por ejemplo, hace cien años la usura era delito, y era delito porque se tenía como injusto que se pudiera aprovechar la necesidad del otro para imponerle un interés excesivo. Sin embargo se despenalizó, despenalización que va solo en beneficio de una minoría, los prestamistas o la banca, que comparten intereses privados con los que ostentan el poder.

Volviendo con la policía, su ideología, en esencia, es fascista y reaccionaria, pues no solo está para atrapar a los que cometen delitos, no, sino también para mantener el orden establecido por encima de cualquier otra consideración. Esto significa, en la práctica, no servir al pueblo como dicen, sino defender del pueblo los intereses privados y privilegios de una minoría. Esto no quiere decir que todos los policías sean fascistas, no, pero si ante la agresión violenta de un compañero policía contra dos niñas que estampa contra un coche sin mediar provocación, no lo denuncia por corporativismo o lo que fuere, está siendo partícipe de esta ideología.

Hace tiempo hablaba con un amigo que había aprobado las oposiciones a policía nacional, le dije que evitara pertenecer a los antidisturbios, pues se acercaban tiempos difíciles y la calle se iba a calentar. No me he equivocado, y todavía se acercan tiempos peores. De vez en cuando le pregunto que si me viera en una manifestación y me reconociera me pegaría, él me contesta que al primero y se ríe. Está bromeando, espero. Pero de esto se trata, de tomar decisiones; pues en el trascurso de lo que se avecina, los hechos nos obligarán a todos a posicionarnos en un lado o en el otro, fascismo o democracia del pueblo, reacción o revolución. Los miembros de la policía no forman parte de la minoría privilegiada, es más, tienen hermanos, padres, sobrinos, amigos, conocidos que lo están pasando mal también. Es hora de organizarse, también en la policía, porque para algunos llegará el momento en que tendrán que dar un paso al frente y decir: nosotros no pegamos a nuestros semejantes, a los de nuestra clase, a nuestro pueblo.

Pedro Luis López Sánchez – Twitter @estrateglobal

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